Julian Assange cree que Latinoamérica puede ser un paraíso de la libertad en internet

Lo que afirmo en mi título no es información nueva. Assange, desde que está asilado en la embajada ecuatoriana en Londres ha conversado muchas veces con audiencias latinoamericanas por videoconferencia. Ha dado entrevistas exclusivas a servicios de información latinoamericanos con más frecuencia que, por ejemplo, a medios del continente africano o sur-asiático. En todas estas entrevistas exclusivas ha demostrado un interés particular en la región y, desde las revelaciones de Snowden, se le han notado las ganas de aprovecharse de los movimientos políticos de izquierda que están movilizándose en nuestros países.

En sus declaraciones Assange se dirige a las tendencias políticas que anhelan soberanía regional, y busca añadirle a estas discusiones conciencia acerca de la soberanía tecnológica que se necesita, además de la política. Un ejemplo reciente es esta entrevista con la Agencia Latinoamericana de la Información, un ente informativo procedente de la izquierda política y con sede en Ecuador. Además, Assange no es la única voz asociada a Wikileaks que ha tratado este tema: Jacob Appelbaum, un periodista y experto en seguridad que ocasionalmente colabora con Wikileaks, habló de cosas muy similares el año pasado en la Minga por la Libertad Tecnológica, también en Quito (video en inglés). **

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#19N y el futuro de la tecnocracia en Ecuador

En Ecuador se vive hoy un momento histórico-político muy interesante. El gobierno del Presidente Rafael Correa lleva siete años en el poder. En todo este tiempo ha establecido una institucionalidad nueva, un espectro de información completamente reordenado y hasta un vocabulario común, particular y diferente para fortalecer su posición política. Combina eso con el manejo socialmente responsable de unas regalías de petróleo nunca antes vistas y verás una sociedad que está avanzando precipitadamente en alguna dirección, aunque queda por definir en qué dirección se precipita ese desarrollo.

Antes de la llegada de Correa, el control sobre el poder político que disfrutaban los presidentes ecuatorianos era muy tenue. La década que le siguió a la crisis económica de 1998 es famosa porque consecutivamente se tumbaban presidentes de manera espectacular, ya sea con protestas nacionales o intrusiones de un Congreso corrupto y comprado por poderes económicos nacionales o extranjeros. Ninguna dinastía política logró completar sus cuatro años en el poder después de ser electo. Existía un sentir común de lucha.

Pero también había una sed de democracia más sensible a su pueblo. Se sabía que bloquear carreteras con llantas ardientes y destruir las calles empedradas de Quito no era una fórmula duradera para construir una sociedad completa y una economía estable que beneficie a la mayoría de la población. Un frente amplio de organizaciones sociales se unió en el 2006 para darle el poder a Correa y a su círculo y redactar democráticamente una nueva Constitución. En ese tiempo el círculo que rodeaba a Correa estaba bien poblado de activistas sociales conocidos, pero con el transcurrir de los años esos aliados se han estado yendo de a poco. Le quedan, de la izquierda, aliados marxistas-leninistas quienes sí prefieren una democracia “masajeada” para darles un poder perpetuo (la bendita “revolución”), y los oportunistas de cualquier persuasión política que no se preocupan por el estado de la democracia ecuatoriana sino por su propio acceso a ese poder.

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